Sobre Roger Federer pesan varios mitos falsos. El primero de ellos, sobradamente desmentido, es el de que en su juego no pesa el factor físico; ahí sigue el suizo, con casi 40 años, corriendo a por la bola con el vigor de un juvenil y su poderosísimo tren inferior a pleno rendimiento. El segundo habla de la presunta seriedad, que sí existe, pero solo cuando procede; a la que tiene la más mínima oportunidad, el de Basilea bromea y pese a que el viento no le sople de cara en los últimos tiempos, precisamente, sigue haciendo gala de un elogiable sentido del humor. Y el tercero dice que el rostro de Federer desprende constantemente neutralidad, muy suizo él, cuando esa sobriedad gestual no es ni más ni menos que un trampantojo; la expresión del suizo, un libro abierto, es de lo más elocuente.
Más información
A pesar de que no sea propenso a excesos ni a grandes ademanes, en muchas ocasiones el campeón de 20 grandes habla con la mirada. Y, en ese sentido, el arqueo de sus cejas ha ido desapareciendo desde que aterrizara hace dos semanas en Londres. Cada día que pasa, Federer ha ido encontrando un punto más de alivio, de paz, y el ceño fruncido se ha relajado. Decía en la antesala del torneo que su objetivo, tal y como están las cosas, era alcanzar la segunda semana y que a partir de ahí, ya se vería. Cumplido el plan de mínimos, gracias a un combinado de fortuna (la desdicha de Adrian Mannarino), docilidad (la de Richard Gasquet) y jerarquía (la exhibida contra Norrie), el suizo ha escapado a la delicada situación que le planteaba el primer tramo de la competición. Es decir, difícil, pero no imposible: ¿por qué no soñar?
Más información
Federer está a solo cuatro peldaños de elevar su 21º grande. Poco o un mundo, según se mire. En cualquier caso, pese a todos los avatares y los numerosos baches que ha tenido que sortear a lo largo del último año y medio, desde que cayera en las semifinales del Open de Australia del curso pasado, el suizo está ahí, tan cerca y tan lejos. Atrás queda una doble artroscopia en la rodilla derecha; varios pasos en falso durante la recuperación, que le impidieron regresar en Melbourne, como pretendía; la reaparición en Doha, 405 días después; las dudas y más dudas, porque de inmediato tuvo que pisar el freno a demanda de la articulación y a su vuelta a las pistas, en Ginebra, en casa, se dio un castañazo considerable contra Pablo Andújar; después desfiló por Roland Garros, pero allí tuvo que retirarse antes de disputar los octavos porque su cuerpo estaba pidiéndole otra tregua…