Hace 10 años que la sociedad civil española se echó a las calles para pedir una democracia más participativa, el fin del bipartidismo y un futuro digno. El 15 de mayo de 2011 miles de personas se concentraron en más de 50 ciudades españolas para pedir un giro político y social. La convocatoria del movimiento Democracia Real Ya, en marzo de ese año, cristalizó en una acampada multitudinaria en la Puerta del Sol durante casi un mes, pero el caldo de cultivo se venía gestando desde hace tiempo. La crisis de 2008 golpeó intensamente al país: el paro se disparó del 13,5% a más de un 20% en tan solo dos años.
El déficit público llevó a que el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, presionado por la UE, presentase un duro plan de ajuste en mayo de 2010. A principios de 2011 la situación seguía empeorando: la caída del Producto Interior Bruto (PIB) era del -0,8% y la del PIB per cápita de un -1,2%. El contexto internacional, con el influjo de la Primavera Árabe y las revueltas de los estudiantes en Grecia, era propicio, y en mayo prendió la mecha del descontento. El lema “Sin curro, sin casa, sin pensión, sin miedo”, promovido por Juventud Sin Futuro, otra de las organizaciones que impulsaron el 15-M, resume las reclamaciones de estos jóvenes, que continúan hoy vigentes.
Del bipartidismo al multipartidismo
La entrada de nuevas fuerzas políticas y actores que rompían con el statu quo, en las elecciones del 2015, dejaron un sistema multipartidista. Tras la mayoría absoluta del PP en 2011, Podemos y Ciudadanos se presentaron por primera vez y sumaron casi nueve millones de votos y un tercio de los diputados del Congreso (109: 69 y 40, respectivamente). Berta Barbet, doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Leicester, defiende que supuso el enganche de una generación con la política: “Movilizó a los jóvenes e inició el proceso que acabó con el bipartidismo”. Coincide en el diagnóstico Luis Giménez, ex integrante de Juventud Sin Futuro, que recuerda “la ilusión de sentir que si empujábamos todos, mediante la autoorganización social, podíamos ganar”.
Barbet destaca que, si bien la movilización de 2011 sirvió para generar apego hacia la política, no ha conseguido un cambio en los ejes del debate: “La competición izquierda-derecha se ha mantenido, solo hay más pluralidad”. Concuerda Ramón Espinar, que formó parte de asociaciones como Contrapoder y Juventud Sin Futuro: “El ciclo político ha fracasado porque el poder está más concentrado que hace diez años”. Luis Giménez hace una lectura más optimista: “Los viejos ejes nunca desaparecieron, pero ahora hay otros entrelazados, como el feminismo y el ecologismo, que son esenciales para que un partido se convierta en fuerza de futuro”.
Sobre la posibilidad de que resucite el bipartidismo, Barbet lo ve difícil pero no imposible: “Sigue protagonizando el espacio político y, si el sistema electoral perjudica a los partidos medianos, podría volver a dominarlo”. En las generales de noviembre de 2019, el bipartidismo rozó el 50% y se llevó más de la mitad de los escaños de casi todas las provincias. La irrupción de Vox, con 52 escaños, amplió el tablero político. “El reto ahora es mantener la dinámica política de los pactos y la capacidad del multipartidismo para funcionar eficientemente”, remarca Barbet. Y añade: “Muchas de las demandas sociales del 15M han quedado en un segundo plano”.
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