El reciente informe de la agencia nacional de inteligencia estadounidense sobre los FANI (no, ya no son ovnis , ahora son Fenómenos Atmosféricos No Identificados) ha venido a dar una pátina de respetabilidad a un tema favorito de la ciencia ficción: la presencia de máquinas de origen desconocido (tripuladas o no) en nuestros cielos. Muchos pilotos evitaban referirse a ellos por el recelo que levantaban esas siglas y su asociación con “marcianitos verdes”; la nueva denominación, bendecida oficialmente por el Pentágono, pretende tratar el asunto desde un punto de vista más formal y respetable.
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El informe relata una serie de observaciones realizadas por pilotos militares o desde buques de la armada estadounidense en fechas relativamente recientes. Y reconoce la imposibilidad de determinar su naturaleza, al menos en base de los registros acumulados hasta ahora.
Esta vez una de las novedades es que algunos encuentros fueron observados mediante una combinación de sensores (vídeo, radar o infrarrojos) y existen grabaciones ciertamente sorprendentes. En muchas ocasiones, la detección fue hecha por personal militar, familiarizado con sus equipos y poco dado a dejarse llevar por fantasías alienígenas. Como norma general, cada vez que el radar localizaba un contacto anómalo, se verificaba el funcionamiento y calibración del equipo hasta tres veces antes y después del incidente. Solo entonces se registraba el correspondiente informe oficial.
Algunas grabaciones de vídeo muestran vehículos con comportamientos difíciles de explicar: no solo se mueven a altas velocidades, sino que ejecutan maniobras muy bruscas, que parecen ignorar la inercia. Las imágenes son siempre borrosas, en parte por la distancia a que se han obtenido, en parte porque suelen ser registros en infrarrojo de baja resolución.
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Dentro de lo difícil que resulta discernir la forma de esos objetos, ninguno muestra nada parecido a alas o superficies de sustentación. Más extraño aún: en más de una docena de casos no se ha observado ningún sistema de propulsión; ni hélices, ni motores a reacción… Si esto llegara a confirmarse, ahí va la tercera ley de Newton…
Los sensores FLIR que llevan los cazas en el morro deberían haber detectado al menos la estela de calor de los escapes, aunque es cierto que los aviones furtivos inyectan aire frío en sus toberas para reducir la “firma” infrarroja. Es un sistema tan eficiente que a veces se les equipa con reflectores para que el radar pueda detectarlos.
El informe en cuestión reconoce que la combinación de velocidad y agilidad que exhiben esos objetos supera todo lo existente en el arsenal americano y –hasta donde se sabe- en el de otras potencias. Hasta donde se sabe
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Varios países han desarrollado vehículos hipersónicos (se llama así a los que superan Mach 5, o sea, cinco veces la velocidad del sonido). En general son misiles no tripulados; el único avión hipersónico con piloto fue el X-15, retirado hace muchos años, y, por supuesto, los transbordadores y cápsulas espaciales que realizan la reentrada a Mach 25. Pero son vehículos que no vuelan a baja cota, como los que describe el informe del Pentágono, y mucho menos realizan maniobras tan bruscas.
El informe en cuestión reconoce que la combinación de velocidad y agilidad que exhiben esos objetos supera todo lo existente en el arsenal americano y –hasta donde se sabe- en el de otras potencias. Hasta donde se sabe. Porque en tecnología militar, algunos avances tardan mucho en hacerse públicos. Por ejemplo, el prototipo del caza “invisible” F-117 voló en 1977 pero su primera –y borrosa- fotografía no apareció hasta once años después.