La palabra genocidio no se había acuñado cuando se cometió el genocidio armenio. Pero fue este crimen contra la humanidad, que a principios del siglo XX marcó el arranque de una era de exterminios en masa, el que llevó al jurista polaco Raphael Lemkin a buscar un nuevo término que definiese una atrocidad que hasta entonces no tenía nombre: el empeño de asesinar en su totalidad a un grupo étnico o religioso por el solo hecho de existir.
No es la única paradoja que rodea la deportación y exterminio, sistemático y planificado, de hasta 1,5 millones de armenios por el Imperio Otomano entre 1915 y 1918. Existe un acuerdo sin fisuras entre los historiadores independientes de que se trata de un genocidio, sin embargo, solo ha sido reconocido por 30 países –el último fue Estados Unidos la semana pasada a través del presidente Joe Biden; España no lo ha hecho todavía–. Turquía considera una ofensa, e incluso un delito dentro de la sección 301 del Código Penal, la utilización de ese término y engloba esas matanzas dentro de la Primera Guerra Mundial.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.