Pasan pocos minutos de las diez de la noche del sábado 29 de mayo en la playa del Somorrostro del barrio de la Barceloneta de la capital catalana. Dos parejas gais acaban de conocer a otra pareja heterosexual en la arena. El ocio nocturno permanece cerrado por la covid pero Barcelona no ha dejado de ser la ciudad cosmopolita de antes de la pandemia. Los seis jóvenes se sientan en un círculo sobre la arena. Ríen, beben algo, conversan y dejan pasar la noche. Uno de ellos divisa que se acercan cuatro individuos. Uno de los intrusos grita mientras se aproxima: “Maricones de mierda”. Otro escupe alcanzando a uno de los jóvenes sentados. Un tercero improvisa una amenaza verbal incomprensible: “A quien levante una ceja le corto el cuello”. A partir de ese momento, ese punto del Somorrostro se convierte en una tormenta de puñetazos, patadas y golpes. Uno de los intrusos aparta a la pareja heterosexual y el resto de agresores se ensañan con los cuatro gais. Un golpe derriba a Israel (nombre ficticio). Intenta levantarse pero recibe una brutal patada en la boca que le deja seminconsciente sobre la arena. A Israel le rompen la mandíbula y ha perdido varios dientes. Los otros tres agredidos tuvieron más suerte y, pese a las heridas y contusiones, no precisaron de intervención médica.