Al margen de todos sus efectos dramáticos, la invasión rusa de Ucrania podría suponer una ventaja para la industria del gas natural en EE UU. Biden y la Comisión Europea anunciaron la semana pasada un plan para enviar anualmente 50.000 millones de metros cúbicos de gas natural licuado a la Unión Europea hasta al menos 2030, más del doble que ahora, con el objetivo de destetar a Europa de la energía rusa. Para incentivar la producción local, los legisladores en Washington comienzan a flexibilizar regulaciones vigentes. El jueves, la Comisión Federal Reguladora de Energía, en medio de la presión del Congreso, estudió revertir su política de evaluación del impacto ambiental de los ductos existentes. El gas que llegará a la UE es producto del fracking, o técnica de fractura hidráulica para obtener gas de esquisto, una práctica muy controvertida por sus efectos en la naturaleza y la población.
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¿Paso atrás de la Administración de Biden? No parece, a juzgar por la partida de 45.000 millones de dólares (casi 41.000 millones de euros) para política ambiental contenida en su propuesta de presupuestos para 2023, esa lista de los deseos que luego se encargará de jibarizar el Congreso. El mandatario, que basó su campaña electoral en la apuesta por las energías limpias, se ve ahora entre la espada y la pared: entre la coyuntura internacional, con una inflación atizada por el precio del petróleo; la necesidad de producir más para compensar el cierre del grifo ruso y la desconfianza de una industria que se considera demonizada por el demócrata (y al que acusa, sin razón, de pretender prohibir el fracking).
El ideario verde gana terreno en la economía y en las instituciones que la representan, además de ser un denominador común de las políticas de la Casa Blanca. La Comisión de Bolsa y Valores (el regulador bursátil de EE UU) propone solicitar a las compañías cotizadas información, verificada por un tercero, sobre su impacto ambiental; en concreto, la cantidad exacta de emisiones de gases de efecto invernadero que genera su actividad. En la dirección contraria, la presión de Manchin, el demócrata más republicano de Washington, ha torpedeado la candidatura de Sarah Bloom Raskin a vicepresidenta del comité regulador bancario de la Reserva Federal. El pecado de la candidata de Biden fue sostener que los reguladores financieros deben prestar más atención a los riesgos asociados al cambio climático. Rindiéndose a la evidencia del rechazo, Bloom Raskin acabó retirándose.
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