Fueron solo 50 minutos. Pero en la gloria. Sonó Nathy Peluso: “Cuando me escribe suena valiente, pero de frente no dice ni mmm”. También se escuchó a Residente: “Esto lo hago, pa divertirme pa divertirme”. Y Morad: “Ahora pago to los meses a Hacienda”. Y Nicki Nicole: “Cuando te veo, te veo pasar. / Yo pienso en los momentos que nos supimos amar”. Y por supuesto Quevedo: “Quédate, que las noches sin ti duelen”. Ninguno de ellos estuvo allí, pero sus voces sí y nadie echó de menos su presencialidad. Dos reglas rotas aquí: esa que dice que los conciertos tan cortos son un timo, y esa que cuenta que las voces enlatadas en un recital son un fraude. Ni una cosa ni la otra en lo concerniente a Bizarrap. Gonzalo Julián Conde (su nombre real) cerró ayer una gira de tres meses por España, un tiempo histórico para él y para la música en español, ya que se ha convertido, junto al canario Quevedo y gracias a la canción BZRP Music Sessions Vol. 52 (popularmente Quédate), en el músico más escuchado del planeta.
El concierto se celebró la noche del viernes en Madrid, en el recinto de Valdebebas, donde se monta Mad Cool, y ante 25.000 espectadores, entradas agotadas a unos 50 euros. En el césped artificial se concretó otro tópico hecho añicos: allí se vivió un concierto de electrónica de zapatilla para toda la familia. Había jóvenes crápulas asiduos a Fabrik, pero también padres con hijos adolescentes y hasta críos de tres años (con auriculares para amortiguar el sonido) a hombros de sus progenitores. Todos bailando tecno, hip hop y reguetón a conciencia.
Un festival curioso este de Coca-Cola Music Experience, que se celebra en Madrid dos días (2 y 3 de septiembre), con un presentador (el siempre entusiasta Tony Aguilar), con el segundo artista más importante tocando solo una canción (Chanel y su SloMo) y donde no se puede consumir alcohol. Bueno sí es posible: en una carpa de unas 2.000 personas si acreditabas haber cumplido los 18 años. Muchos sacaron el DNI, porque la zona acotada estaba hasta los topes. Además de Bizarrap y Chanel anoche también actuaron la argentina Emilia (interesante), la española Belén Aguilera (en proceso de buscar su estilo) y el colombiano Manuel Turizo (demasiado expansivo).
Y en esto salió al escenario Bizarrap. Seguramente estemos ante un nuevo concepto de espectáculo. No es un concierto tradicional porque no hay músicos ni vocalistas sobre el escenario; tampoco una sesión de DJ porque aquí se escucha cantar. ¿Qué es? Un Bizarrapshow, un espectáculo que este argentino de 24 años se ha sacado de la manga. Ni siquiera tienen nombre las canciones, que ya es innovar. Son números: BZRP Music Sessions 49, 36, 40 o 13. La gente, claro, prefiere conferir de un poco de glamur al asunto y las enumera así: “¡esta es la de Nathy Peluso, qué pasada!”, “¡toma, la de Residente!”… La única que ha conseguido un nombre canónico es Quédate, la sesión 52, la que comparte con Quevedo, que anoche transformó el recinto en una masa de cuerpos frotándose y gargantas vociferantes. Quevedo, allí donde estuviera, seguro que la escuchó. Bizarrap comenzó facturando sus famosas BZRP Music Sessions en 2018 con músicos que todavía no habían explotado. Hoy, hasta las estrellas más consolidadas quieren pasarse por su mágico estudio. Cada session suya es un pelotazo asegurado. Se rumorea que Shakira protagonizará la 53.

Con una gorra negra, gafas de sol y unos auriculares anudados al cuello que apenas se pone en los oídos, Bizarrap presiona botoncitos, enrosca piececitas y mueve lo brazos y el cuerpo estéticamente. Se presenta parapetado detrás de una gran mesa. Se le ve bastante, de cintura para arriba. Desde allí agita el cuerpo, unas veces de arriba abajo cuando suena hip hop, y cuando la cosa se pone tecno lo que toca es levantar los brazos. Apenas habla. Algún que otro “arriba Madrid” o “buenas noches, Madrid”. Los juegos de luces, pantallas, paneles iluminados, imágenes de los artistas que participaron en las sesiones, letras de las canciones proyectadas sobre una estética pop… todo el conjunto es absolutamente embriagador. Se trata de bailar, pero con los ojos bien abiertos para que los fogonazos lumínicos dilaten las pupilas.

¿Y la música? Bien, gracias. Bizarrap repasa sus famosas sesiones, por donde pasan los citados arriba y otros héroes de la música urbana como Villano Antillano, L-Gante, Eladio Carrión, Ptazeta, Snow Tha Product, Tiago PZK o Paulo Londra. El argentino va enlazando las piezas con habilidad y maestría, casi siempre en clave electrónica de baile. Los decibelios te remuelen las tripas como si fuera un molinillo. Despieza las canciones: suena unos segundos la de Residente, la empalma con la de Morad y más tarde retoma a Residente. Todo encadenado con sentido y arte en una sesión sin pausa. A veces baja el volumen para que la gente cante. ¿Manipula algo el argentino en el escenario, o simplemente se limita a hacer el paripé porque todo está grabado? A los espectadores les da exactamente igual. Disfrutan tanto si es una opción como la otra. Porque aquí todo el mundo es de espíritu joven e idealista, reacio a los dogmatismos puretas.
“Me hicieron sentir muy bien en estos tres meses en España”, dijo al final, con un tono tímido, y no dejó de hacerse selfis con la multitud al fondo. Mientras los padres abandonaban el recinto con sus hijos, los jóvenes y bullangueros se quedaron al pie del escenario, aullando: “Y nos fuimos en una, empezamos a la una, y con la nota rápido nos dieron las tres”.
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