Casi 26 años después del genocidio de Srebrenica, perpetrado en julio de 1995 en dicha ciudad bosnia, la negación del asesinato de unos 8.000 hombres y menores bosniacos (bosnios de religión musulmana) a manos del Ejército serbobosnio, así como la glorificación de criminales convictos de la guerra de los Balcanes (1995-2001), gana peso entre algunos de los mandatarios más prominentes de la región. Dirigentes políticos en Serbia, Bosnia-Herzegovina y Montenegro rechazan que en Srebrenica tuviera lugar un exterminio.
En pleno debate sobre esa reinterpretación de la historia, este martes está previsto que se conozca el fallo de apelación en el caso de Ratko Mladic. El exgeneral serbobosnio fue condenado a cadena perpetua por haber ejecutado las órdenes de exterminar a todos los hombres y adolescentes musulmanes de Srebrenica, que le dio su jefe político, Radovan Karadzic, con el objetivo de lograr una Gran Serbia libre de otras etnias. Este último cumple ya esa pena en una cárcel británica de la isla de Wight.
Y ello a pesar de que el genocidio ha sido demostrado por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), que ha juzgado a sus principales responsables, y de que fue ratificado en 2007 por el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU. La Comisión Europea condena la deriva de estos líderes, que les aleja de una posible adhesión a la UE. Esa conducta inquieta también a Serge Brammertz, fiscal jefe del Mecanismo Residual —el tribunal al que se le encargaron los flecos de los juicios balcánicos tras el cierre del TPIY en 2017—, que alerta de los peligros de un revisionismo que compromete la paz y la reconciliación en la zona.