Pocas veces se ha visto una singladura tan atrevida, erudita y ambiciosa: trazar la historia de las relaciones entre la humanidad y los tres grandes océanos del mundo, el Pacífico, el Índico y el Atlántico. David Abulafia, profesor emérito de Historia del Mediterráneo en la Universidad de Cambridge —que ya se lanzó de cabeza al agua con El Gran Mar. Una historia humana del Mediterráneo (Crítica, 2013)—, es el arrojado sabio que ha cambiado la pluma por el tridente de Poseidón para llevarnos en su nuevo libro, Un mar sin límites (que publica ahora la misma editorial), a un alucinante y excitante viaje sobre las olas a través de inabarcables océanos de tiempo y espacio, por citar a Drácula.
Prodigio de erudición, asombroso compendio de aventuras, empresas, negocios, navegaciones y vidas, el monumental volumen (cerca de 1.400 páginas) arranca con los primeros contactos de nuestros antepasados homínidos con los océanos para dejarnos al final del recorrido en el mundo contemporáneo de los superportacontenedores y los cruceros turísticos. Un mareante, por su intensidad y su amplitud, y absolutamente gozoso trayecto en el que aparecen revueltos en un maelstrom de papel salado los audaces polinesios con sus canoas de batangas —balancines—, los vikingos, los piratas del Caribe, Simbad, exploradores, mercaderes, negreros y sus víctimas, la Bounty, la Kon-Tiki, el Quersoneso Áureo, tierras legendarias, atolones, arrecifes, naufragios, pecios misteriosos, islas con tesoros, los Cuarenta Bramadores, navegantes javaneses, capitanes chinos, el galeón de Manila, Magallanes, Colón, el Estrecho del Diente del Dragón, Palembang, Mascate, Socotra y Rarotonga, Costa Cruceros y Vacaciones en el mar, entre otros millares de nombres e historias excitantes.
“Mis héroes no son los exploradores, sino los comerciantes y peregrinos, la transmisión de ideas”
Para hablar de Un mar sin límites, David Abulafia (Twickenham, Reino Unido, 71 años) aparece paradójicamente confinado en la pantalla en una entrevista telemática. Pero pronto, así de evocadora es su conversación, te haces a la idea de que lo ves por un ojo de buey y de que el historiador se encuentra en el puente de algún lejano navío envuelto en salitre rumbo a costas extrañas. Ayuda el que lleve una corbata con dibujos de osos polares. ¿Cuál es el mapa de este maravilloso viaje?, ¿adónde nos lleva? “El objetivo es trazar la historia humana de los océanos”, explica Abulafia. “La humanidad vive en un mundo que se llama Tierra pero debería llamarse Agua o Azul, un lugar en el que el 70% lo componen los océanos. De hecho, los antiguos creían que había un solo inmenso océano, un okeanos de aguas entremezcladas que rodeaba nuestra pequeña extensión de tierra. Lo que intento en mi libro es proporcionar una perspectiva diferente de historia global. Para ello, hay que ver primero estos tres océanos de manera separada, pues no se interconectan hasta Colón, aunque ya tras Vasco de Gama para llegar a la India se atravesaban partes del Atlántico. El acento lo pongo siempre en el movimiento de los seres humanos, no es una historia desde un punto de vista de la ecología o de las ciencias naturales, aunque hago menciones puntuales a temas relacionados con ambas, como el arenque. Hay, por supuesto, también ciertas cuestiones técnicas y científicas que tienen que estar presentes, los tipos de embarcaciones: desde las muy ligeras de los polinesios hasta los buques gigantes del siglo XXI capaces de llevar miles de turistas o 20.000 contenedores”.
Autor también de El descubrimiento de la humanidad. Encuentros atlánticos en la era de Colón (Crítica, 2009), el profesor Abulafia trata de enfatizar la naturaleza de las relaciones comerciales y culturales a través del mar: “Mis verdaderos héroes son los comerciantes, los peregrinos y las diásporas, no los exploradores, no los personajes del primer contacto, sino los que seguían a la apertura de rutas, el trazado de mallas de relaciones, la transmisión no solo de bienes como la porcelana, la seda, las especies o el té, sino también el movimiento de ideas, de las que las más fáciles de documentar son las religiosas, el budismo, el islam… En Malasia, en Indonesia, ves las religiones como capas que se superponen”.

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