La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, fue nombrada por Joe Biden como encargada de la crisis en la frontera, el flanco débil en los primeros 100 días de la Administración demócrata.
El trabajo de Harris en las últimas semanas ha dejado pistas de lo que puede esperarse de la reunión virtual que mantendrá con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador este viernes. El acercamiento servirá de antesala a una reunión bilateral presencial que se llevará a cabo en México y Guatemala el 7 y 8 de junio. La conversación tendrá el foco central en la migración al norte después de que el relevo en la Casa Blanca generara un éxodo desde el Triángulo Norte de Centroamérica que dejó el mayor número de ingresos ilegales en 15 años.
Harris reconoció el martes en Washington la severa situación que han enfrentado en sus primeros 100 días. “Ciudadanos de El Salvador, Guatemala y Honduras están abandonando sus países a un ritmo alarmante”, dijo en la edición 51 de la Conferencia de las Américas. La vicepresidenta utilizó el foro de debate sobre la región para dar impulso a la nueva visión de la Administración. “Reanudaremos la ayuda que el presidente Biden comenzó a dar cuando era vicepresidente”, añadió mientras explicaba que el Gobierno atenderá dos causas de la expulsión de personas. Por un lado están las crisis coyunturales como los huracanes, las sequías y la pandemia que ha dejado nuevos millones de pobres en la región. Por el otro, están los motivos de raíz: la corrupción, la pobreza, la hambruna y la falta de oportunidades.
En el discurso, la explicación de Harris coincide con la de López Obrador, que ha buscado implementar algunos de sus programas sociales en los países vecinos del sur, entre ellos Sembrando vida, un plan que el presidente mexicano pretendía vincular a su vez a la agenda verde de México, cuestionada por su socio del norte. En la antesala de la Cumbre de líderes por el clima de hace dos semanas, Estados Unidos descartó que vaya a aceptar ofrecer visas de trabajo a centroamericanos a cambio de contribuir a la reforestación.
Para López Obrador, la siembra de tres millones de hectáreas en Centroamérica contribuiría a detener la migración cerca de EE UU, bajo la premisa de que crearía 1,3 millones de empleos en la región. Un plan que pasa por la inversión conjunta de los dos países, así como la otra gran apuesta mexicana, el proyecto de cooperación y crecimiento anunciado en 2019 y auspiciado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribela (CEPAL).
Como réplica, Washington ha pasado a la acción abriendo la chequera por su cuenta. Harris prometió a finales de abril una ayuda de 310 millones de dólares a Alejandro Giammattei, el presidente de Guatemala, quien visitó México esta semana. El dinero se desprende de una partida presupuestaria de 861 millones que Biden pidió al Congreso para reducir la migración mediante programas humanitarios. El presupuesto de Biden aún aguarda el aval legislativo.
El control del tráfico de armas, una de las prioridades en la agenda mexicana durante el mandato de Donald Trump a modo de contrapeso a las duras exigencias en materia migratoria, no aparece tan arriba en la lista en esta ronda de negociaciones. En parte por la presión de los lobbies de la industria armamentística en EE UU pero además por la salida en marzo del jefe de la oficina del canciller mexicano Marcelo Ebrard, Fabián Medina. En cambio, México ha lanzado señales sobre su interés en reabrir cuanto antes la frontera entre los dos vecinos, donde todavía están en vigor las restricciones por la pandemia. “Necesitamos ya normalizar la relación en la frontera. Ellos así lo están considerando y lo mismo nosotros. Es muy probable que esto se logre pronto”, señaló el propio López Obrador este jueves.
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