La libertad ha sido clave. O el miedo a perderla. Y el odio a Pablo Iglesias. O el miedo a un pacto con él. El conocido cinturón rojo habló en las urnas y las razones más repetidas entre sus vecinos son esas cuatro. Una tormenta perfecta para Isabel Díaz Ayuso.
Óscar Zafra, un chaval de 18 años que votó el martes por primera vez en su vida, se considera una persona “de izquierdas pero no de extremos”. Ideología, de izquierdas. Pasado familiar, de centro-izquierda. Sentir general, de izquierdas. En otro contexto hubiera votado a la izquierda porque además vive en Fuenlabrada, un municipio del sur madrileño que formaba parte de ese conocido cinturón rojo en el que se aglutina también a Leganés, Parla, Getafe o Alcorcón, hoy más azul que nunca. Pero Zafra eligió la papeleta de Ayuso y no se arrepiente. Pasea por la zona del hospital de Fuenlabrada con su amigo Daniel Cáceres, que por unos meses se quedó sin ir a las urnas, y ambos lo tienen claro: ha sido gracias a la libertad. “Poder salir, ir a los bares, reunirte con los amigos… no sé, tampoco es que entienda mucho, todavía soy un crío, pero Ayuso es la que más me ha convencido”. Para tomar su decisión se sentó delante de la televisión y vio el debate de los seis candidatos el 21 de abril. “Es lo que había que votar”.
Un 74,99% de las personas censadas de Fuenlabrada participó en las elecciones autonómicas y de ellas un 35,95% eligió lo mismo que Zafra. El PP provocó un auténtico terremoto y pasó de los 10.810 apoyos en los comicios de 2019 a 37.691 en estos últimos. Dos años después, el vuelco ha sido total en un municipio de casi 200.000 habitantes. Los populares han escalado de la cuarta a la primera posición y han desterrado al PSOE de un puesto privilegiado que solo había perdido en 2011.
El politólogo fuenlabreño Alejandro Solís analiza los datos de su municipio con la ventaja de conocer a sus vecinos. “Hay fatiga pandémica. La gente necesita ilusionarse. Y ha sido importante la campaña en positivo del PP. Ha jugado con la libertad, con la idea de volver a lo anterior, no ha sido una campaña puramente material, sino que iba dirigida a la idea de recuperar nuestras vidas. Competir contra eso es complicado”, explica. Sentado en una cafetería al lado de su casa apunta que el cinturón rojo se ha convertido en “un mito” y hace tiempo que los bloques de la izquierda y la derecha están muy igualados. Uno de los motivos, argumenta, se encuentra en el desarrollismo de la ciudad, que “ha crecido mucho en poco tiempo”. Fuenlabrada por tanto vive partida en tres partes: el centro, bastión tradicional socialista; los barrios que lo circundan, donde Más Madrid ha ganado terreno, y las nuevas urbanizaciones con jardín y piscina. Ahí la derecha siempre ha tenido más peso. Ahora ha arrasado.
Entre la gente de Fuenlabrada de toda la vida se encuentra Jesús García, albañil jubilado de 66 años. Este votante de siempre del PSOE —”soy de ideas fijas y me va bien”— ha cotizado 44 años y ahora le queda una pensión de 1.350 euros al mes. Eso le permite bajar al bar y echar la mañana de tertulia con otros vecinos y con Marcelino Sánchez Mejías, de 82 años, que abrió la cafetería JF 83 ese año del siglo pasado en la calle de Castilla la Vieja.
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