Juan Pedro Calderón enseña desde el otro lado de la pantalla una pequeña placa metálica del tamaño de una tarjeta de crédito. Es un microprocesador que se usa para construir robots. Los diseña y los vende a academias y universidades: “A nosotros nos compras esto y un par de motores y con tu impresora 3D imprimes el cuerpo de los robots”, cuenta por videollamada. Este ingeniero madrileño de 42 años habla desde Tenerife, pero sus creaciones se producen en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba, 10.561 habitantes), la localidad de su padre.
El nacimiento de su hijo y el lío burocrático provocado por el Brexit le convencieron para dar un paso que meditaba desde hacía tiempo: volver a su país. Lo hizo en junio de 2020 gracias al programa piloto temporal del Plan de Retorno a España que ha acabado este mes tras casi un año de implantación. La iniciativa, gestionada por la Secretaría de Estado de Migraciones, la ha desarrollado Volvemos, un proyecto que asesora a los emigrados españoles en el regreso a casa.
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Antes de emigrar a Edimburgo en 2012, a Calderón le costaba mantener con su socio otra empresa de ingeniería en Tenerife. “Entre la autonomía de los dos, el alquiler del local, los costes de la luz y los seguros pagamos 1.200 euros al mes”, recuerda. Una empresa de oceanografía le ofreció un trabajo en Escocia. Las facilidades fiscales de allí le permitieron después darse de alta como autónomo fácilmente y poner en marcha su nuevo negocio de robótica. Regresó a España en junio de 2020 y trajo su empresa, JJ Robots, hasta Peñarroya-Pueblonuevo. “Veraneaba allí y he visto como iba decayendo por la despoblación”, dice.
Desde el estallido de la Gran Recesión, miles de españoles salieron del país en busca de un empleo. No existen datos oficiales porque en muchos casos los emigrados no se dan de alta en los registros de los otros países. Sin embargo, desde 2009 el número de residentes en el exterior ha subido cada año, según el INE. En 2021, 2.654.723 de españoles viven en el extranjero, de acuerdo a los datos del organismo.
Jacobo Blasco tiene 39 años y regresó a Madrid el pasado abril. Desarrollador de software madrileño, vivió en Alemania casi un decenio. “Pensamos seriamente en volver a España cuando empezamos a tener hijos”, cuenta. La idea de tener a su familia cerca lo hizo tomar la decisión definitiva. Se puso en contacto con Volvemos y logró una asesoría laboral a cambio de 200 euros. “Fue muy útil porque después de años fuera no sabía cómo funcionaba el mercado laboral español”.
El proyecto Volvemos ha participado desde 2016 en la ayuda a unos 2.000 retornados como Calderón. Diego Ruiz del Árbol, su director, explica que tras la finalización del proyecto piloto del Plan de Retorno a España, el Ministerio no ha prorrogado el programa, pese a que cree que ha arrojado buenos resultados. Un portavoz de la Secretaría de Estado de Migraciones explica que está “desarrollando un estudio de viabilidad” para adaptarlo a “la nueva realidad sanitaria, laboral y de movilidad internacional”.
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Volvemos ha sido un proyecto pionero en este ámbito. Su director, Diego Ruiz del Árbol, también es un retornado. Se fue en 2007 a Berlín, donde se quedó unos 10 años. “Cuando decidí volver me di cuenta de que no había mecanismos para que pudiéramos hacerlo. Lo que había estaba orientado a la emigración clásica, de los años sesenta o setenta. Eran personas que volvían después de la jubilación. Ahora es gente de entre 35 y 40 años que vuelve en medio de su vida profesional”, detalla. En estos cinco años de vida han colaborado con empresas privadas y 16 administraciones públicas, incluidas comunidades autónomas que impulsaron planes e iniciativas propias en esta línea. Castilla-La Mancha y Aragón mantienen, a juicio de Ruiz del Árbol, los programas de retorno más completos.
Rocío Moldes, profesora de la Universidad Europea de Madrid y experta en migraciones internacionales, considera que los planes de retorno son útiles, pero que han llegado tarde. Quien emigra ahora lo hace por motivos económicos como ya lo hicieron quienes salieron del país hace cincuenta o sesenta años. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre ambas generaciones: “Aquellos migrantes no se planteaban volver a una España desindustrializada y dejar la fábrica por la agricultura. En cambio, en este mundo global, muchos jóvenes expresan el deseo de volver siempre y cuando encontrasen el trabajo que les interesase”.
María de la Cruz Gutiérrez tiene 30 años y regresó en 2020 a su pueblo, Villanueva de los Infantes (Ciudad Real, 4.869 habitantes). Lo hizo con la ayuda del programa Retorno del Talento de Castilla-La Mancha. Desde que cursó su Erasmus en Francia en 2012 pensaba en vivir en el extranjero. Pasó seis años fuera: residió en Chile, Estados Unidos, Noruega y Holanda, donde vivió dos años con su esposo. Se planteó regresar a España con la pandemia. “Me di cuenta de que la vida es muy corta, que quería estar cerca de mi familia y que ya había estado lejos mucho tiempo. Necesitaba estar otra vez con mis raíces y mi marido se vino conmigo”.

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Con la ayuda del programa de retorno de Castilla-La Mancha, que otorga subvenciones de 6.000 euros para emprender, fundó su propia empresa en Villanueva, centrada en el diseño web y comunicación digital para negocios rurales. Empezó a funcionar en octubre del año pasado, 15 días después de haber aterrizado en España. “Volver ha sido enfrentarnos a un shock cultural”. Más de medio millar de personas han regresado a la región con ayuda de este programa de retorno de talento que comenzó en 2017.
En Aragón, Pablo Rodríguez, de 33 años, aprovechó otro plan, el de Retorno del Talento Joven Aragonés, para volver a su pueblo natal, Andorra (Teruel, 7.345 habitantes), tras pasar 11 años en Chile. “Mis abuelos vivían en Lota, un pueblo minero chileno, y fui allí para buscar mis orígenes”, cuenta en una videollamada desde casa de sus padres en Andorra. Para él, las protestas en el país latinoamericano en 2019 y la pandemia lo cambiaron todo.
