Rebeca es hermosa y, además de hermosa, vuela. Evoca lo mejor de Brasil en un momento en que Brasil muestra sus tripas en plaza pública, empezando por Jair Bolsonaro, nacido y criado en los intestinos del país que más lejos llevó la esclavitud y el genocidio continuado de negros e indígenas. Me alegro por Rebeca y todo lo que representa: la niña negra criada en la favela por una madre soltera que ha conseguido una medalla olímpica al son de funk brasileño, a pesar de tener toda la estructura de un país en contra. Y lo ha hecho en un momento en que el Brasil se avergüenza de sí mismo.
Es maravilloso y realmente necesitamos la belleza. Pero me siento incómoda con la narrativa de “superación” y la manera en la que la “gloria” de Rebeca se utiliza, en muchos casos con buena intención, para encubrir las tripas. O para encubrir que Brasil sigue siendo mucho más de personajes-símbolo de la esclavitud como Borba Gato que de mujeres negras como Rebeca. Mientras Rebeca volaba como excepción, la violencia se desbocaba en el barracón que Brasil nunca dejó de ser y que, con Jair Messias Bolsonaro, ha hecho aumentar la sangre en el suelo.
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De ningún modo quiero disminuir el logro de Rebeca. Ha hecho una enormidad. Y que una chica negra de la favela haga enormidades es un poderoso mensaje para otras chicas negras y un mensaje certero para el Brasil esclavista. Pero la narrativa de superación es una prima hermana de la narrativa de la meritocracia. Enaltece al individuo que habría logrado por su propio esfuerzo personal una hazaña extraordinaria, una especie de milagro individual del héroe, en este caso la heroína, que supera todas las adversidades gracias a una fuerza de voluntad extraordinaria.
En más de 30 años como periodista, nunca he conocido a ningún ser humano así, ni siquiera a los considerados genios. Por supuesto que hay méritos personales, pero solo se consiguen porque por algún camino hubo oportunidades. Sin duda, un perfil a la altura de la vida de Rebeca, de su familia y de su país mostrará las oportunidades y los encuentros decisivos que Rebeca tuvo en la vida y contextualizará su logro en el marco de lo colectivo y de la colaboración, de la comunidad y de los (escasos) programas gubernamentales.
![Obra del escultor paulista Júlio Guerra, construida entre 1957 y 1963.](https://imagenes.elpais.com/resizer/5pXUxKTjzPw80dAQ-g502DfAaAc=/414x0/cloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com/prisa/NEFNQ7DVTJD5VMFA7E7BFCO2KI.jpg)