La población de China llegó a 1.412 millones de personas en 2020, un pequeño aumento con respecto a los 1.405 millones de 2019, pero el ritmo de crecimiento en la última década se ha reducido al más bajo desde que se impuso la política del hijo único hace cuatro décadas. En 2010, la nación contaba con 1.340 millones de habitantes. Estas cifras oficiales, contenidas en el censo de 2020 hecho público este martes.
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La población envejece a un ritmo rápido y el número de nacimientos disminuye, según ha indicado Ning Jizhe, responsable de la Oficina Nacional de Estadísticas, en una rueda de prensa para presentar los datos del censo. Aunque el número de habitantes del país se mantendrá aún durante un tiempo por encima de los 1.400 millones de personas, según el alto funcionario, en algún momento esa cifra comenzará a disminuir. En el empobrecido noreste, la población ya ha registrado una caída.
Ning no precisó en qué punto podría comenzar el descenso de la población, aunque informes de centros de estudios oficiales sitúan ese horizonte en 2027. Los datos hechos públicos este miércoles apuntan que el envejecimiento y la contracción demográfica pueden llegar antes de lo que anticipaban los funcionarios: en 2016, China calculaba que llegaría a los 1.420 millones de residentes el año pasado.
En 2020, la población mayor de 60 años ―la edad de jubilación para la mayoría de chinos varones; para las mujeres, es de 55 años― representaba el 18,7% del total, mientras que 10 años antes constituía el 13,3%. Es el segmento que más crece. Los chinos en edad laboral, en cambio, eran el 63,35%, cuando en 2010 sumaban el 70,1%.
El rápido envejecimiento, el más veloz del mundo, amenaza con convertir a China en una sociedad anciana a pasos agigantados. Un problema que encaran otros países prósperos, pero que a la segunda economía del mundo le encuentra con niveles mucho menores de PIB per capita y con un sistema de seguridad social que aún sufre grandes carencias. En buena parte, China ha basado el éxito de su desarrollo económico a lo largo de los últimos 35 años en una abundante fuerza laboral muy joven, con salarios bajos, que hacía muy competitivas las fábricas en la franja costera del país. Era el llamado “dividendo demográfico”. Ahora, afronta en el horizonte escasez de mano de obra, y la necesidad de adaptar su economía y sus infraestructuras a una población de mayores
Es un problema que preocupa a sus autoridades, que ya en marzo aseguraron que se pondrá en marcha una estrategia a lo largo de los próximos cinco años para responder a los problemas que presentan los inminentes cambios demográficos. “El mayor envejecimiento de la población impone una continua presión en el desarrollo equilibrado a largo plazo de la población en el futuro”, reconoce la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). Expertos como el sociólogo Lu Yilong, de la Universidad Renmin de Pekín, puntualizan que, aunque la caída en el número de habitantes “tendrá un impacto en las estructuras sociales y económicas”, “todavía” hay crecimiento, así que aún no se ha llegado a “un punto crítico”.
En la rueda de prensa de este miércoles, Ning apuntaba la posibilidad de que se eleve la edad de la jubilación, temprana para los estándares de las economías desarrolladas. Según el alto funcionario, hoy día los mayores de 60 años chinos “cuentan con enormes conocimientos, están en buena forma física y ofrecen un mayor potencial para contribuir a la economía del país”.
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