Si el tenis concediera un premio a la inteligencia, Ashleigh Barty sería la ganadora indiscutible del circuito femenino. Lo avala su número uno y asimismo la enésima demostración de saber jugar, saber pelotear y convertir en un jeroglífico cada uno de sus partidos. Esta vez, el entuerto fue para Paula Badosa, que intentó deshacer el enigma, pero cayó en las redes de la australiana, como casi todas sus rivales. 6-4 y 6-3, en 1h 15m. Es decir, fin del sueño madrileño para la catalana, que se quedó a un peldaño de la final, pero se fue con buen sabor de boca. No puede tener peros. Badosa, de 23 años, sigue sumando.
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Poco puede reprocharse, pues enfrente tenía a la jugadora más fiable y asimismo la que mejor pelotea. No hay otra como ella, estratega como ninguna y con una muñeca de veinticuatro quilates. Lo mismo acelera que da la pausa, lo mismo profundiza que rasea la bola y obliga a agachar la riñonada una y otra vez, mediante ese revés cortado que hace triza a las adversarias. Resistió Badosa durante 40 minutos, hasta que a fuerza de enmarañar, enredar y hacerle pensar, la australiana se llevó el gato al agua. Ahí rompió por primera vez, inclinó el terreno a su favor y sembró el triunfo. Cien por cien Barty.
No es casual que sea la referente más sólida entre las féminas. Gobierna sin interrupción desde el 9 de septiembre, y eso que el curso pasado decidió aclarar un paréntesis que se extendió prácticamente un año, de febrero a enero. No terminaba de ver claro eso de desplazarse y las burbujas, pero a su regreso sigue de dulce. Se crio en cemento y adora la hierba, pero su ocio camaleónico le permite asimismo dominar el registro de la tierra, donde enlaza 15 triunfos consecutivos en circunscripción europeo: los siete que acumuló cuando triunfó en Roland Garros (2019), cuatro en Stuttgart y las cinco que ha coleccionado estos días en Madrid.
No tiene quizá la agresividad que define el patrón moderno, pero su tenis marea. Se mueve a la perfección, piensa, procesa. Y golpea cuando debe golpear. Badosa le plantó cara hasta que se encontró en un callejón sin salida, obligada a remar en cada punto. Tras rescatar dos bolas de set, cometió una doble falta y habilitó el demarraje de la australiana. El segundo set se levantó con un break, pero la réplica, en blanco, fue inmediata. Se había acabado la discusión. El contragolpe fue demoledor. Barty (25 años) volvió a la carga y dio otra dentellada para enfilar felizmente la final de la Caja Mágica, donde su tope eran los cuartos de 2019.
En esa misma Caja Mágica (sábado, 18.30) se medirá a Aryna Sabalenka o Anastasia Pavlyuchenkova. Lo hará con los cuatro títulos que ha metido en la mochila esta temporada. Decía haber tomado la lección, que había encontrado respuestas a la derrota que sufrió tres semanas detrás contra Badosa en Charleston, y cerró el paso a la española. A esta se le esfumaron tres bolas de break en el quinto juego, y ahí acabó todo. Pero cerró la andadura en Madrid muy reforzada. Ha dado 20 saltos en el ranking (42º), contabiliza tres semifinales este año –Lyon y Charleston antes– y se destapa como una competidora interesante. Ha sido su mejor torneo. Tiene saque, tiene derecha y tiene deseo. Solo acaba de comenzar.
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