El fenómeno mediático del “boom latinoamericano” colocó en el firmamento literario estrellas tan brillantes como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez o Mario Vargas Llosa; pero detrás de ellos, titilando suavemente por voluntad propia, brillaba Juan Carlos Onetti.
Originario de Montevideo, Onetti desarrolló toda clase de empleos hasta encontrarse con el periodismo –siguiendo la tradición de varios escritores latinoamericanos– en la de década de 1930. Influenciado por esta primera etapa de su vida, más tarde desarrollaría Santa María, su ciudad imaginaria a medio camino entre el Montevideo de su juventud y Buenos Aires, donde despegó su carrera literaria.
Para 1941 Onetti era secretario de redacción de la revista Marcha en Argentina, donde posteriormente trabajó para la agencia Reuters. Por esa misma época publicaba El Pozo, una de sus primeras novelas, de tintes metaliterarios y que ya mostraba la influencia de William Faulkner que alcanzó su cúspide en La vida breve.
Tras su estancia en Buenos Aires, el escritor volvió a su natal Uruguay para desempeñarse como Director de Librerías Municipales en Montevideo hasta que tuvo que exiliarse en España, huyendo de la dictadura militar que lo encarceló, junto con otros jueces de un concurso literario, por publicar un cuento “pornográfico”.
En esos años que duró su regreso a casa, Onetti inaugura el ciclo de Santa María, con la publicación de La vida breve en 1950. Este espacio imaginario, mal comparado con el Macondo de García Márquez.
“Las novelas y cuentos de Onetti son las piedras de fundación de nuestra modernidad. A todos sus descendientes nos dio la lección de inteligencia narrativa, de construcción sabia, de inmenso amor a la imaginación literaria”, comentó en algún momento Carlos Fuentes, mientras Vargas Llosa afirmaba “los escritores latinoamericanos tenemos una deuda impagable con Onetti.”
Unos años antes de morir, en 1980, inmerso en una vida tirado en cama bebiendo whisky en Madrid.
En 1994 Juan Carlos Onetti falleció a causa de las complicaciones del daño hepático provocado por el abuso del alcohol y la mala calidad de vida que llevaba; sin embargo, dejó para América Latina un prosa rica en imaginación, la cual nos muestra constantemente el desdoblamiento autor-narrador y protagonista, así como las recurrentes inquietudes del escritor al construir su propio universo.
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