El coche fúnebre con el cuerpo de la reina regente de la monarquía zulú llegó el miércoles pasado hasta el palacio de Nongoma, en la provincia sudafricana de KwaZulu-Natal, en el este del país, escoltado por jefes tribales y ciudadanos ataviados con pieles de leopardo, coloridos abalorios, escudos y lanzas. Allí, en una ceremonia tradicional y privada, la familia despidió a Mantfombi Dlamini Zulu, de 65 años. Su deceso, poco más de un mes después de la muerte del rey, Goodwill Zwelithini, de 72 años, ha sumido al pueblo zulú en una situación inédita y ha abierto una gran incógnita por la sucesión de un imperio donde de las tierras, principal fuente de ingresos de sus habitantes, son administradas al margen de la ley del Estado. El zulú es el grupo étnico más importante de Sudáfrica, al que pertenece alrededor del 21% de la población (entre 10 y 12 millones de sudafricanos), mítico por su valentía y destreza en la batalla contra los británicos, y que, al fallecer este marzo su octavo monarca, ha sucumbido en rumores y disputas familiares mundanas, muy alejadas del ostentoso vestuario.
La caja de Pandora se ha abierto de par en par en Kwazulu-Natal, que alberga el reino Zululandia, donde sus dirigentes, aunque sin poder ejecutivo —la Constitución reconoce su rol pero les otorga un papel ceremonial—, son fundamentales en la toma de decisiones y apoyo a las políticas nacionales de Sudáfrica. Tras medio siglo de reinado, el pasado 12 de marzo, el monarca Zwelithini, férreo defensor de una institución que se remonta al siglo XVIII, no superó las complicaciones de la diabetes que padecía y falleció. Su testamento designó a la reina Mantfombi Dlamini Zulu como regente para supervisar el nombramiento de su sucesor. Menos de un mes después, aún en periodo de luto por el rey, Dlamini ingresó en el hospital Milpark de Johannesburgo. Murió el pasado 29 de abril sin que por el momento se conozcan las causas. Este viernes se celebrará el funeral oficial al que se prevé que acudan miembros del Gobierno sudafricano.

“Fue una sorpresa que nos ha dejado completamente desolados, pero no habrá un vacío de poder en la nación zulú durante este tiempo de luto”, ha declarado el primer ministro zulú, Mangosuthu Buthelezi, fundador también del histórico Partido Libertad Inkatha —desempeñó un papel crucial en la transición a la democracia del país manteniendo siempre el diálogo con el Partido Nacional de los afrikáners—. El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, compartió la consternación de los zulúes al manifestar en sus condolencias: “En esta hora de dolor, extiendo mis pensamientos y rezos una vez más a la familia real, al tener que despedirse de la regente en una sucesión tristemente corta”.
Al rey Zwelithini le han sobrevivido seis reinas, 11 princesas y 26 príncipes, además de seis palacios y la gestión de un presupuesto anual para la provincia de 71,3 millones de rands (4,19 millones de euros). Dlamini era su tercera esposa, pero ostentaba el título de “gran reina” por la dote que aportó y por tener sangre real al ser la hija del rey Sobhuza II de Esuatini (Suazilandia). La sucesión, por tradición, debiera haber recaído en el hijo mayor de la primera de las esposas, pero este, el príncipe Lethukuthula, murió en noviembre del pasado año. Las autoridades investigan su caso como posible asesinato.
Se desconoce todavía si alguno de los hijos ha sido educado para ser rey porque el trono zulú ha sido siempre elemento de disputa: el rey Shaka, venerado como el gran guerrero zulú que ha inspirado películas y dibujos animados, conocido por su destreza bélica y por ser el artífice de tácticas reproducidas durante la lucha contra el apartheid, fue asesinado por un hermano para arrebatarle el poder. Y el propio Zwelithini se vio obligado a exiliarse y esconderse durante tres años antes de acceder al trono por las amenazas de muerte que recibía. Una realidad que el difunto monarca pretendía evitar al que le sucediera, y que quedó truncada con la prematura muerte de la reina regente.
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