La concentración de menores que se encuentran a uno y otro lado de la frontera entre México y Estados Unidos supone “un terrible problema”, según la escritora y pedagoga Isabel Campoy. La Administración Biden ha creado un fondo económico cuantioso, de cuya gestión se encarga la vicepresidenta, Kamala Harris, para frenar las migraciones en origen, combatiendo “los graves problemas que azotan a México y Centro América”. Pero siguen llegando niños que deben escolarizarse. En español e inglés. Y, a juicio de Campoy, las instituciones académicas carecen de “fondos suficientes para hacer frente a tanta necesidad”. “He recibido una súplica de los directores del departamento de Educación Bilingüe de la Universidad de San Diego para que mande libros en español”, asegura, “para los programas que se han visto forzados a improvisar para los menores en su frontera”.
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Isabel Campoy (Alicante, 1946) puede ser considerada la voz de los hispanohablantes de Estados Unidos. Suyos son buena parte de los libros de texto con los que estudian castellano tanto los nativos que lo adoptan como segunda lengua como los 55 millones de latinos que no quieren olvidar sus raíces al norte del río Bravo. También son suyas varias decenas de libros infantiles y juveniles bilingües en una carrera literaria con la que ha logrado que la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), una de las 23 que forman la Asociación de Academias de Lengua Española, haya puesto su nombre y el de la coautora de los textos, la cubana Alma Flor Ada, a un premio dedicado a la literatura infantil en español.
No se trata solamente de un problema económico. “Los niños latinos, tengan sus padres o no estatus legal, son obligatoriamente admitidos en las escuelas públicas”, explica Campoy. “El tipo de educación que se les dé, depende a veces no solo del Estado en que residan, sino de la orientación político-pedagógica de sus administradores”, dice. Y la mayoría del profesorado “es blanco y defensor del monolingüismo”.
La escritora alicantina llegó a Estados Unidos en 1963, con una beca del American Field Service. Tras desarrollar sus estudios de Filología Inglesa hasta doctorarse en Lingüística, en 1994 fue fichada por la editorial Houghton Mifflin Harcourt y se trasladó a San Francisco, donde vive actualmente, con el cometido de crear libros de enseñanza elemental en español para los inmigrantes latinos, “ya que era obligatorio que se les enseñase hasta que aprendieran inglés”.
“La realidad es que uno de cada diez estudiantes en la escuela pública estadounidense es un English learner”, término con el que se identifica en EE. UU. a los alumnos que llegan a la escuela pública hablando otro idioma que no es el inglés, “y aunque la mayoría son de habla hispana, también es numeroso el volumen de estudiantes cuya lengua materna es árabe, chino o vietnamita”. “Esos estudiantes solían vivir en los estados fronterizos, ahora ya están en todo Columna Digital”, prosigue la escritora, “sus padres son blue collar, los trabajadores que hacen funcionar la cadena de alimentación, las fábricas, los campos y los servicios públicos”. Mano de obra barata. Y Estados Unidos ya no puede prescindir de estos obreros, ni de sus hijos, asegura la pedagoga.
En Estados Unidos, Campoy se dio de bruces con “el enorme desprecio con que se trataba a los hispanos, a su lengua y su cultura”. “Decían que el español es lo que hablaban los jardineros, los mecánicos, el personal de servicio”, añade. También en el otro lado encontró algo parecido. “Los latinos aceptaban esta crítica y menospreciaban su idioma, hasta el punto de abandonarlo a los tres años de establecerse allí”. Se propuso entonces ejercer una especie de “justicia cultural”. “Un idioma que se hablaba en todo el continente americano cien años antes de que se constituyeran los Estados Unidos no se puede ningunear”, argumenta.
La alicantina es autora de ‘Pío Peep’, un libro bilingüe de nanas infantiles que 23 años después se sigue leyendo y vendiendo
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