No hay un ejemplo más claro de que el fútbol femenino ha despertado en Europa que una final de Champions entre el Chelsea y el Barcelona (21.00, TV3, Barça TV y Gol). Si la Copa de Europa empezó como un duelo entre escandinavas y alemanas para consolidarse como una competición atractiva bajo la hegemonía del Olympique de Lyon (siete títulos, cinco consecutivos de 2016 a 2020), de Gotemburgo saldrá un nuevo campeón. Las escandinavas, en cualquier caso, no querían perder: no hay mejor sitio para honrar al fútbol que una final de Champions en Gotemburgo, una especie de Wembley sueco, donde juega la selección femenina.
Mientras en la memoria del Barça todavía está fresca la derrota en Budapest 2019 ante el Lyon (1-4), el fútbol inglés también tiene un solo antecedente en la final de la Champions: el Arsenal se coronó campeón en 2007. Ahora su vecino de Londres toma el testigo después de 14 años. La fórmula británica no cambia: fuerza en defensa, potencia en ataque, pocas en el mundo con el vértigo de la australiana Sam Kerr, la noruega Pernille Harder y la inglesa Fran Kirby. “Para el juego de ellas, probablemente no haya en el mundo mejores delanteras”, subrayan desde el área técnica azulgrana. El Barça potenció su físico, aunque no mutó de piel. Y la fuerza en el ataque del Chelsea contrasta con la sutileza técnica de Graham Hansen, Hermoso y Martens. “Al final, todo se resume en un choque de estilos. El que imponga su juego ganará”, reiteran desde el Barcelona.
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