Desde hace unos años se habla de la carne de vacuno como si de un jerez en bota se tratase. Es habitual oír términos como maduración o añejamiento asociados a los chuletones, y hoy en día, no saber qué significa que un tomahawk haya pasado 120 días dry aged casi te hace sentir igual que preguntar quiénes son las Tanxugueiras: no estás en lo que estás.
Se valora sobremanera que una pieza lleve el adjetivo “madurada”, y productores y restaurantes se ufanan de vender lomos con la edad suficiente para hacer la comunión. ¿Está justificada esta popularidad o se nos está yendo de las manos?
Algunas voces del mundo de la carne o de la gastronomía llevan tiempo señalando los excesos de esta práctica, e incluso a poner en cuestión que la maduración mejore el sabor de la carne. Pero hay un hecho indiscutible: las carnes envejecidas venden. Prueba de ello es el volumen de negocio que han alcanzado empresas especializadas en este producto, como Discarlux: “Las ventas se han incrementado muchísimo.
Nosotros ahora mismo hacemos unas 50 o 60 toneladas de lomo madurado a la semana, que son entre 1.600 y 1.700 unidades con 30 kilos de media cada una. Hace unos años estas cifras eran impensables, sinceramente”, detalla José Portas, uno de los dueños de esta compañía. “Todo el mundo ha crecido comercializándola”, añade.
¿Qué es eso de madurar carne?
El tecnólogo de alimentos Mario Sánchez explica así qué sucede cuando se madura carne: “Se producen cambios químicos en la estructura de las proteínas, que pierden firmeza, y se generan sustancias volátiles diferentes y aromas más intensos. En general, la carne de ablanda y se vuelve más jugosa”.
Para obtener ese añejamiento hay dos vías: la dry aged o maduración en seco, que consiste en dejar las piezas en una cámara específica que crea un ambiente idóneo para que no se desarrollen patógenos; y la wet aged o maduración al vacío, en la que “la carne se envuelve en plástico impermeable que la separa de posibles elementos contaminantes y evita la pérdida por evaporación”, tal y como explican en Gastronosfera.
Los peligros de hacerlo mal
Ahora bien, este proceso no se puede llevar a cabo de cualquier manera: “Se deben utilizar cámaras de maduración con condiciones de temperatura y humedad muy controladas. Que a nadie se le ocurra hacer esto en casa, por Dios. Existen riesgos microbianos importantes, pueden aparecer patógenos perjudiciales para la salud si no se realiza de forma correcta”, advierte Mario Sánchez.
La humedad para la maduración de la carne es como la sal en los platos: si hay mucha, malo. Por ello solo se puede añejar con una maquinaria que controle esto de forma estricta: “En una cámara de maduración se combinan varios parámetros: temperatura, velocidad del aire y control de la humedad. Cuando entra carne nueva y aumenta esta última, se autorregulan para que vuelva a la ideal, que es algo que no se consigue con una cámara frigorífica”, explica Carlos del Campo, gerente de la empresa cárnica Caydesa. “Si coges un chuletero de vaca y lo dejas en una de refrigeración 60 días, se pudre”, dice Carlos.
Todo el mundo cree que puede
Cristiano Ronaldo se hace un pelado con una raya chulísima en la coronilla. Le enseñas una foto a tu hermano que es el que te corta el pelo de vez en cuando y te deja que parece que te has caído de la bicicleta. Pues con la maduración de la carne ocurre lo mismo: no todo el mundo puede hacerla de forma correcta, pero aun así, como tu hermano con la maquinilla, hay quien se atreve.
“Se ha puesto de moda y ahora todo el mundo añeja carne, pero si cuentas cuántas cámaras de maduración hay en España posiblemente sean seis o siete. Esta es la tremenda desgracia de este país: prostituimos aquello que hacemos bien”, opina Carlos del Campo. “En un restaurante me trajeron una chuleta llena de moho, le preguntamos de dónde era y provenía de una empresa que no tenía una maquinaria específica. A los dueños del local les decían que, cuanto más moho, mejor maduración”, recuerda el dueño de Caydesa.
Contra la propia maduración
Hay quien incluso está en contra de cualquier tipo de añejamiento, sea corto o largo, mal o bien hecho. Uno de estos detractores es Imanol Jaca, carnicero y responsable de Txogitxu, que afirma que en el país Vasco nunca se ha madurado la carne, “como en Valencia nunca se ha hecho con la paella”. “La carne no madura, se atrasa la putrefacción, con lo cual el concepto de maduración no lo entiendo. Desde mi punto de vista es un eufemismo”, opina Imanol.
Este mayorista asegura que en el país Vasco siempre se ha dejado reposar la carne porque alcanza un poco -“tampoco mucho”- nivel de ternura y se asienta el sabor, “pero nunca para conseguir que tenga un gusto distinto”. “Es verdad que si a una pieza de menor calidad le metes un reposo excesivo consigues que tenga un aroma, pero habría que ver si es propio de la carne o ajeno a ella”, asevera el gerente de Txogitxu.
Según este experto, los mayoristas vascos reciben las chuletas del matadero unos cuatro o seis días después de la matanza, y la media de tiempo que pasan en sus almacenes es de otros seis, con lo cual al restaurante le llega la carne con casi dos semanas. “Si la dejo tres meses, esa pieza va a tener notas profundas a podrido, y a mí me resulta vomitivo”, afirma Jaca.
Los defensores de lo añejo
Al otro lado están los que defienden que este proceso aporta a las piezas de vacuno el ideal carnívoro: sabor y terneza. “Para que tenga un gusto potente se necesita un animal con mucha edad, pero cuanto más viejo, más duro. La maduración precisamente intensifica el sabor porque estás quitando el agua, y a la vez da tiempo a romper el tejido conjuntivo, por lo que la carne se queda tierna. Ahí llegas al punto que quiere la gente”, cuenta el copropietario de Caydesa.
“Recuerdo que mi padre compraba filetes de vaca vieja y los golpeaba con un martillo de pinchos hasta romper las fibras. Eso ya hoy no sucede, porque las maduraciones en su punto aportan ese grado de terneza y de concentración de sabor, que son los grandes atractivos de la carne roja”, comenta José Portas, de Discarlux.
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