El laborioso recuento de los votos en las elecciones autonómicas escocesas -con un sistema doble de reparto por circunscripción y por lista de partido- ha hecho que el Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) se mantuviera en vilo a lo largo de este sábado. Aunque la roce, los datos acumulados apuntan a que la candidata nacionalista Nicola Sturgeon no alcanzará la anhelada mayoría absoluta. Su victoria es aun así arrolladora, y el ascenso de los Verdes garantiza un apoyo holgado a la celebración de un nuevo referéndum de independencia en el nuevo mandato. A pesar de la pandemia, la alta participación en los comicios ha demostrado que los escoceses siguen divididos e inmersos en un debate constitucional de calado. Boris Johnson ha vuelto a advertir de que no dará su respaldo a otra consulta. Londres y Edimburgo se encaminan hacia el enfrentamiento político. Sturgeon, al proclamar oficialmente la victoria de su partido, ha sido clara en su desafío: “La gente ha dado la mayoría a los partidos que favorecen la independencia. Es la voluntad del país. Si los conservadores intentan bloquear esa voluntad, tendrán enfrente al SNP”.
Los escoceses eligen por sistema mayoritario al candidato de su circunscripción. El que más votos recibe, se hace con el escaño. Son 56 circunscripciones. Para dotar de mayor proporcionalidad a la Asamblea Autónoma, votan en una segunda papeleta una lista de partido. De ahí salen otros 76 escaños, hasta conformar un total de 129. Por esta razón, unas elecciones profundamente marcadas por el debate sobre una nueva consulta independentista, han registrado el llamado “voto táctico”. Los electores que quieren seguir perteneciendo al Reino Unido alternaban sus dos votaciones, según quién veían con más posibilidades de ganar, entre conservadores y laboristas. Aun así, la fortaleza del SNP ha demostrado ser avasalladora, pero no le ha bastado para superar el listón. A media tarde, el sociólogo John Curtice, con un consolidado prestigio a la hora de manejar sondeos, anticipaba que los nacionalistas se quedarían en 63 escaños, dos menos de la cifra mágica de la mayoría absoluta. El Partido Conservador ha logrado consolidar la segunda posición, y el laborismo, durante décadas hegemónico en Escocia, continúa su lento declive con un tercer puesto.
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El enfrentamiento entre Londres y Edimburgo, en cualquier caso, está servido. Sturgeon y su equipo se sienten fuertes y legitimados para seguir adelante con el compromiso de un nuevo referéndum durante el mandato que se abre, una vez esté controlada la pandemia. Junto con los Verdes, que pueden llegar a los nueve diputados, suman una clara mayoría favorable a la independencia. El número dos de la formación, John Swinney, anticipaba el propósito del SNP de impulsar en el Parlamento Autónomo, después del verano, una ley que active los preparativos de la consulta. Y retaba al Gobierno de Johnson a combatirla en los tribunales. “Tengo muy claras dos cosas: el SNP ha sido el partido ganador de estas elecciones, y habrá una mayoría de diputados en la Asamblea comprometidos con la celebración de un referéndum de independencia que determine el futuro de Escocia”, aseguraba Swinney. En 2011, cuando al frente del partido se encontraba el carismástico Alex Salmond, los nacionalistas lograron una mayoría absoluta de 69 diputados. Fue lo suficientemente contundente como para que se interpretara como un claro mandato, el Gobierno británico del conservador David Cameron cedió a la presión, y en 2014 se celebró un referéndum de independencia en el que el “no” logró vencer por 55% frente a un 45%.
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