La cocina poblana ha perdido a una de sus figuras más emblemáticas: Lucila Molina Merlos, quien falleció a los 92 años. Reconocida por su riqueza culinaria y su inquebrantable pasión por la gastronomía, Molina fue una pionera que dedicó su vida a preservar y promover las tradiciones culinarias de Puebla, convirtiéndose en un símbolo del legado gastronómico no solo de su estado, sino de México en su conjunto.
Lucila Molina no fue simplemente una cocinera; fue una embajadora de la cultura poblana. Su trayectoria comenzó en la década de 1960, cuando abrió su primer restaurante en la ciudad de Puebla, donde presentaba platillos tradicionales como los famosos chiles en nogada, los dulces típicos y la icónica mole poblano. Su habilidad para fusionar sabores y su dedicación a los ingredientes locales la llevaron a recibir el reconocimiento no solo a nivel nacional, sino internacional.
La historia de Molina está también entrelazada con los ciclos de la vida en Puebla. En un contexto donde la cocina tradicional enfrenta retos ante la modernidad y la globalización, Lucila se destacó por su esfuerzo incesante en enseñar a las nuevas generaciones sobre la importancia de las recetas familiares y los secretos culinarios que han pasado de abuela a madre e hijo. Implementó clases de cocina y talleres donde compartía no solo recetas, sino la historia detrás de cada platillo, haciendo hincapié en la cultura que los rodea.
Su legado se extiende más allá de sus restaurantes y libros de cocina; está presente en la memoria colectiva de Puebla, donde sus contribuciones han ayudado a mantener vivas las tradiciones gastronómicas. Molina participó activamente en diversas ferias y festival de la cocina, donde su presencia era sinónimo de autenticidad y calidad. A lo largo de su vida, se esforzó por llevar la cocina poblana a los más altos estándares de reconocimiento, siendo parte de eventos relevantes que resaltaron la importancia de la gastronomía mexicana en el mundo.
La muerte de Lucila Molina Merlos deja un vacío difícil de llenar en la comunidad culinaria, pero su influencia perdurará a través de aquellos que continúan su legado. Sus enseñanzas y su amor por la cocina seguirán inspirando a futuras generaciones de chefs y aficionados a la gastronomía. En un momento en el que la cocina tradicional corre el riesgo de desvanecerse, la vida y obra de Lucila Molina son un recordatorio del valor de nuestras raíces y de la necesidad de cuidar y preservar nuestras tradiciones.
La comunidad poblana y gastronómica ahora más que nunca reflexiona sobre la importancia de honrar su legado, haciendo un llamado a la apreciación de la cocina como una forma de arte que no solo alimenta el cuerpo, sino que también nutre el alma y la identidad cultural. La memoria de Lucila y su pasión por la cocina poblana se mantendrá viva en cada plato que hable de su esencia, en cada tradición que se respete, y en cada corazón que ame la comida.
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