El anuncio de una nueva competición paralela a la Champions League y fuera del control de la UEFA ha provocado todo un terremoto. Pese a que la rebelión por la Superliga parece haber sido sofocada en poco menos de 48 horas, con la retirada de 10 de los 12 equipos fundadores, al proyecto que lidera Florentino Pérez aún le quedan partidos que jugar en el campo legal. Así lo vaticinan los expertos. Por un lado, por el recorrido de las sanciones administrativas que puedan imponerse a los clubes participantes. Pero, sobre todo, porque romper con las reglas del negocio del fútbol en Europa es un asunto que afecta de lleno al Derecho de la competencia y al libre mercado. Un tema muy complejo que puede generar numerosos conflictos legales.
La idea de la Superliga europea no es nueva. El formato es similar a la Euroliga de baloncesto, que comenzó a disputarse en el año 2000. Se trata, en definitiva, de generar más beneficios y aumentar la cantidad de dinero que se repartirían los veinte clubes que compitan en la élite.
Clubes en formato franquicia
El fútbol europeo se basa en dos formatos mercantiles: sociedad anónima deportiva y club de fútbol. El lanzamiento de la Superliga, opina Pedro Fernández-Villamea, letrado experto en ‘compliance’, pone de relieve “la necesidad de una aproximación gradual de estas sociedades hacia el concepto de franquicia deportiva que rige en el mercado norteamericano”. De esta forma, la gestión de ingresos procedentes de los derechos de televisión y de taquilla se negociarían conforme al resultado contable final del año, y no tanto conforme a porcentajes previamente pactados al inicio de cada temporada. Eso sí, apunta, “con mínimos que aseguren la subsistencia del más débil”.
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