En México, millones de personas enfrentan la angustia de no saber si podrán alimentarse mañana. A medida que la inseguridad alimentaria afecta a 23.4 millones de ciudadanos, se nos presentan cifras inquietantes: cada año se desperdician 13.4 millones de toneladas de alimentos. Este impacto pone a México como uno de los mayores productores de desperdicio alimentario en América del Norte, sólo detrás de Estados Unidos. Sin embargo, el problema no radica solo en los números; es una cuestión que afecta la vida cotidiana de muchos.
La situación se complica en un contexto económico marcado por la inflación y los crecientes aranceles. En este ambiente incierto, el consumo tiende a desacelerarse. Las empresas, ante la falta de previsibilidad, ajustan sus compras y reducen sus inventarios. Sin embargo, esto se traduce en un círculo vicioso, donde la comida, ya producida y transportada, termina en la basura si no se vende a tiempo. Según Braulio Valenzuela, Country Manager en México de Cheaf, una startup dedicada al rescate de alimentos, esta dinámica es alarmante y debe ser abordada para mitigar el desperdicio.
Los aranceles, aunque generalmente discutidos en mesas de negociación, tienen un impacto directo en la planificación de la industria alimentaria. Aumentan la incertidumbre en cuanto a precios y disponibilidad de insumos, lo cual tiene un efecto dominó: los consumidores gastan menos, lo que a su vez conduce a ajustes tardíos en el retail y la industria, incrementando el desperdicio.
La mayoría del desperdicio alimentario se da en las fases de comercialización y consumo, en lugares como supermercados, restaurantes y hogares. Muchas veces, la comida no se vende porque no fue colocada a tiempo en oferta o por una mala gestión de los excedentes. Aunque hay un esfuerzo creciente por parte de algunos consumidores para reducir el desperdicio en casa, este cambio no es suficiente si no existe una acción coordinada entre autoridades y empresas para facilitar la donación y redistribución de alimentos.
En este contexto, surgen iniciativas como Cheaf, una aplicación que conecta a negocios de alimentos con consumidores interesados en adquirir excedentes a precios reducidos. Este enfoque innovador no solo busca reducir el desperdicio, sino también ofrecer oportunidades a quienes necesitan acceso a alimentos a un costo menor.
La complejidad del desperdicio alimentario en México es un reflejo de un sistema que no solo tira comida, sino también oportunidades para un futuro más equitativo y sostenible. Con cifras alarmantes desde 2025, el desafío sigue siendo relevante hoy.
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