Unas chanclas de piscina, las clásicas de rayas azul marino y blancas, con calcetines. Las lleva a todas partes porque son cómodas y porque no le importa lo que digan. En el colegio le dieron un toque a los 12 años porque ¿qué era eso de llevar chanclas en pleno invierno? Le dio igual. Le sigue dando igual. Roc Jou —Rojuu es su nombre artístico— dejó el bachillerato en enero del año pasado y a los 18 ya gana lo suficiente como para vivir de la música si decidiera independizarse. Tiene “una superdotación artística” que no encaja en los cánones de la escuela. Eso le explicó el psicólogo a su madre, a la que le preocupaba que su hijo dejara los estudios.
Su sensibilidad encuentra inspiración en mundos tan dispares como el manga y el trap más triste, aunque su música camina hacia un pop más luminoso en su último disco, Roku Roku (2021). En las redes absorbe de todo. “Desde los 10 años tenía muy claro cómo funcionaba internet y fui viendo que podía vivir de eso”, cuenta en el sofá del piso de su madre, en el centro de Barcelona, con un pantalón de chándal triple XL y un jersey rojo. Roc cree que es una cosa generacional, que “son muchos los niños que a los 10 años ya empiezan a ver que su camino profesional y creativo puede estar en internet”.
A los 14 años ya ganaba algunos centenares de euros como youtuber hablando sobre música. A los 15 grababa canciones sobre drogas y suicidios y a los 18 ya es un veterano precoz —5 discos y 13 sencillos a sus espaldas— que gana un buen sueldo sin una discográfica detrás, solo de lo que le dan las reproducciones en YouTube, Spotify (algunos de sus temas tienen más de un millón de reproducciones) y algo de las redes. Estos días ha vuelto a dar conciertos de aforo limitado. Todos los asientos vendidos. Mientras charla, juguetea con el mando de la videoconsola.
Rojuu es un chaval casero. De hecho, dice que el confinamiento pandémico le fue bien porque le da bastante igual salir. Se pasa el tiempo creando, leyendo y escuchando música entre el piso de su padre, el director de teatro Iván Morales, y el de su madre, la directora de cine Laura Jou, donde nos recibe recién llegado de hacer deporte con su entrenador personal. “Es el precio que he tenido que pagar por dejar los estudios”, dice. Su madre le pidió que al menos hiciera ejercicio. Al llegar, la primera en saludar es Bestie (diminutivo de mejor amiga en inglés), una golden retriever que él lleva tatuada en el antebrazo y que no para de morder uno de los peluches de mono que le regalaron a Roc de pequeño.

El músico en un rincón de su ciudad, Barcelona.
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