Aunque en Inglaterra se permitió hacer un cambio por partido desde la temporada 1965-1966 cuando se daba una lesión, España no lo copió hasta después del Mundial-1970, año en que se estableció la norma para dejar en el recuerdo, entre otras cosas, el ocurrente gol del cojo [que era cuando un futbolista lesionado se ponía en punta porque no podía hacer esfuerzos y marcaba un tanto]. Hasta esos días, no era raro que los renacuajos que iban al estadio recitaran para orgullo de sus padres y amigos las alineaciones de los equipos, siempre un once fijo. Una inflexibilidad que ya no se da y menos en tiempos de coronavirus, cuando de tres se decidió pasar a cinco sustituciones. Pero eso ya no le importa a Koeman, que desde que probara el 3-5-2 frente al Sevilla —moldeable siempre al 3-4-1-2 o 3-4-2-1— ha encontrado su equipo, una alineación que apenas permite dos variables: Dest o Sergi Roberto en el lateral derecho; Griezmann o Dembélé en punta. Queda por ver también si Araujo o Mingueza se hacen con el puesto que sobra, ahora que se ha recuperado el uruguayo. Y le funciona la apuesta a Koeman porque contabiliza 11 duelos con ese sistema explicados en nueve triunfos, un empate (PSG) y una derrota (Madrid). Suficiente para que el Barça conquistara la Copa y aspire a ponerse líder de la Liga si gana este jueves al Granada.
Vueltas al dibujo. Cuando llegó al Camp Nou su idea era diáfana. “El 4-2-3-1 es el sistema perfecto para esta plantilla y este tipo de jugadores”, resolvía Koeman. Pero los resultados no acompañaban y cedió al 4-3-3 que reclamaba el equipo por conocido y los canteranos por definición porque siempre jugaron así en las categorías inferiores. Tampoco se salió con la suya Koeman, que probó el 4-1-4-1 y, preocupado por la falta de contundencia en las áreas, instaló el 3-5-2. Un plan que al fin le dio vuelo al Barça: no se rompe tanto en los repliegues, llega con más efectivos al área rival y con sorpresas desde la segunda línea, los laterales atacan más que defienden y se llena el medio campo con volantes. “Si ganamos al Sevilla nos cambia la temporada por completo”, advirtió Piqué antes de la vuelta de la semifinal copera. Remontó el Barça dos goles y a la historia le quedan seis duelos para deshojar la margarita y saber si logran un doblete en un curso anunciado como de transición.
Conquistador del vestuario. A Griezmann le reclamó mejor puntería. A De Jong le exigió más fiabilidad en el pase y llegada. A Araujo le dijo sin tapujos que aprender a darle salida al balón. A Umtiti y Coutinho les hizo ver que su estado físico no era el deseado… Y todo lo hizo en público sin una queja del gallinero. Los jugadores han dejado de mandar para ser cómplices en su mayoría de un entrenador que manda y tiene autoridad. “Todo lo que dice en las ruedas de prensa nos lo ha dicho a nosotros mil veces”, cuenta un veterano del equipo. “Puede ser que te guste o no lo que te dice, pero no te engaña y eso queremos los jugadores”, añade un canterano. Y se ha ganado a los suyos como evidenció hace dos partidos, cuando le echó una bronca morrocotuda a Mingueza sin recibir una mala cara a cambio. “Te ayuda y te hace mejor”, resuelve agradecido Mingueza.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.